Pienso que la humedad de tu boca es proporcional a la de tu vagina, por eso cada vez que te beso me dan ganas de bajar mis manos. Cuando caminas con tu blusa roja, sin sostén, un instinto taurino se lleva mis impulsos racionales, quiero embestirte, frotarte.
A una hora incierta del día, exhausto y tratando de dormir un poco, me pregunto si no te cansas de tenerme dentro de ti, si no te agobia mi peso, mi barba, mi pelo, mi hedor y mi barriga (no sé si crees que cumples una pena o que soy esa parte no resuelta de tu padre). La cuestión es que tu cuerpo despierta todas las horas o hace de las horas una revolución de aleteos.
Me molesta que te vistas y tenga que dejar de verte desnuda, me molesta que te pintes la cara, esa actitud evasiva: dar un rostro desfigurado por el puro afán de ser aceptada. Me molesta y por eso te lamo el rostro, te desnudo de nuevo y las horas vuelven a abrir los ojos y tú las piernas.
Hay algo que no sabes y debo decírtelo: cada vez que tu boca se acerca a mis horizontes y acostado veo tu cabeza haciendo movimientos sutiles, me das ternura y quiero besarte, las sensaciones de mi pene me abandonan y me quedo creyendo que soy un vagabundo que recibe tu caridad, le pido limosna a tus pechos y a tus manos.
No sé que hacer conmigo mientras tú estás arriba de mí y me follas y me hablas. Te creo todo en esa posición, si tuviera dinero probablemente me extorsionarías o yo te diría jadeante: pídeme lo que quieras. Afortunadamente no es así y decidí pagar con mutismo el placer que me das. He llegado a pensar que me tratas a mí y a mi pene como entes distintos. He oído cómo lo mimas, cómo has gastado el tiempo leyéndole pasajes del Quijote y mientras yo me quedaba como estúpido escuchando, esperando por un beso que me hiciera pensar en tu vagina.
Otra de las cosas que disfruto contigo es desnudarte mientras escuchamos música. Ahora que lo pienso, escuchar Playground Love es como quitarte el sostén con los dientes y después lamer algún punto preciso de tu cuerpo. Me cuesta trabajo entender que tengas orgasmos escuchando a Silvio Rodríguez. Se me hace difícil estar erecto mientras una voz aguda le canta a la revolución; pero no importa, trato de pegar mi oído a tus jadeos y así me olvido de cualquier mierda que por error o complacencia estemos escuchando.
-¿Quieres volver a coger? –iniciaste.
-Me incomoda que digas coger.
-Cuando te digo coger es que estoy caliente…
Cuando dijiste eso entendí que entre tú y yo había una relación parcialmente racional y plenamente animal. Ahora entiendo la vez que me pediste que te hiciera el amor después de ir a correr y sin usar desodorante. Tú y yo éramos dos animales caseros con rabia.
¿Ahora qué somos?
Lo mejor de ti es que nunca me pides explicación alguna, ni siquiera cuando eyaculo pronto y me voy sin decir una palabra y sin pagar el cuarto. Eres realmente bella cuando te atreves a coger conmigo en la cocina de la casa de tus padres y me pides que te sirva vino o cerveza. Estoy casi seguro que te amo desde que nos acabamos el alcohol de tus padres.
Eres la única persona que me pide beber, me incitas abiertamente, no lo entiendo, no he llegado a descifrar tu instinto de seductora etílica; presiento que me domesticas, que me embruteces para hacer y decir idioteces que no nacen de mí.
Muchas noches he bebido contigo hasta ser otro y tú excitada me tiras, me desnudas, te llevas los pocos grados de conciencia que me quedan; hay en ti una perversión por los andrajos: en el escritorio de tu oficina, guardado en el cajón, hay una foto en la que aparezco desnudo y ebrio (¿para qué la guardas?), me has dicho que te gusta tenerme así: desnudo y sin secretos.
Debo dejar de escribir después de hacer el amor contigo, ya es tarde y me da por querer explicar las cosas.
Debo dejar de escribir después de hacer el amor contigo, ya es tarde y me da por querer explicar las cosas.
3 comentarios:
Eduardo, tu texto está muy bien escrito. Sigo pensando que la manera en que describes la forma de actuar, de comportarse, de la mujer del narrador es muy buena. Pero sigo pensando que le falta la carne de que hablábamos para verla totalmente. Saludos.
Eduardo, me gusta tu texto; las citas del Quijote por parte de la chava no me las creo, y si utilizas la palabra coger,que sí es nuestra, podrías eliminar follar, creo.
Pedon, peor a mi me encanta tu texto, tal vez el encanto reside en que nunca se sabe porque esta chica sigue con el.
Un abrazo.
Publicar un comentario